viernes, 19 de marzo de 2010

El Nuevo León de hoy

Escuchamos tanto de enfrentamientos y muerte que ya hasta nos reímos. Sabemos que el clima en Monterrey se ha vuelto tenso, que en nuestro Estado se está librando una batalla entre el ejército y el narco. Tan sólo en el pasado puente, fueron acribilladas 110 personas dentro de esta lucha. Existe una incertidumbre silenciosa. Escuchamos de tantas muertes, de secuestros, de robos con violencia, pero nos resultan los temas cotidianos.

Nos ha dejado de parecer extraño el ambiente de violencia. Oír en los medios de comunicación sobre la alta delincuencia es parte del día.

Al menos todos sabemos de una persona que ha sido víctima de robo con violencia o de secuestro; que ha presenciado alguna balacera o que han tratado de extorcionarla. Es bien sabido que nuestra sociedad está siendo sometida por la delincuencia, que muchos de nuestros familiares o amigos tienen que pagar el llamado “derecho de piso” para poder continuar con su negocio y proteger su vida. Es conocido entre nosotros, que ya no importan los recursos económicos que tengamos para ser víctimas de un secuestro, y que no sólo los autos ostentosos son robados violentamente. El crimen ya no tiene preferencias, ataca a diestra y siniestra sin excepción.

Ahora es normal ver por nuestra ciudad a miembros del ejército. Cuando un grupo de personas armadas utilizan camiones para detener la circulación vial, la ciudadanía no se sorprende.

Nos sentimos indignados, impotentes, pero al mismo tiempo, no confiamos en la autoridad. ¿Y cómo hacerlo? Si en el último cateo en el municipio de San Pedro aparecieron copias de denuncias ciudadanas. Si el director de Alcoholes del municipio de Monterrey daba información que más adelante era utiliza para extorsionar a bares y centros nocturnos. Los grupos delictivos han tomado tanto poder en nuestro en nuestro Estado, que hemos optado por callar.
Parece que la autoridad se hace ciega y sorda. Sí el candidato del PRI Rodrigo Medina, hubiese cumplido su promesa de campaña de “Daré mi vida por Nuevo León”, seguramente ya no estaría entre nosotros. Pero es poco o casi nada lo que ha aparecido nuestro gobernador en los medios de comunicación. Y claro está que los miembros importantes del gobierno cuentan con guardaespaldas ¿y a nosotros quién nos protege?

Ante ésta ola de inseguridad no podemos meramente ceder nuestra responsabilidad. Hemos optado por tomar el papel de observadores, de contemplar cómo la estabilidad en nuestro estado es arrasada. Preferimos callar nuestra voz y guardar silencio, en lugar de protestar porque el Derecho sea cumplido. Y por desgracia, creemos que de nada sirve acudir a una autoridad que no ha podido controlar la situación. Es nuestra culpa como sociedad, puesto que hemos permitido llegar a este punto; fingiendo que el miedo es un estado normal.

A pesar de esto, admiro que no hemos bajado la cara. Que aunque hablemos con frustración, guardamos la esperanza de que todo cambie. En estos momentos sólo nos queda mantenernos unidos y fortalecernos en conjunto como sociedad. Recordarnos que el mal tiempo tarda en pasar pero pasa.

Comienzos

No puedo permitirme el ser una espectadora de lo que sucede en el país y silenciarme.

A través de la reflexión comienza la creación de nuevos caminos para cambiar la realidad que vive México.

Decidí alzar mi voz.